Es frecuente el comentario de que “una devaluación del euro nos empobrecería a todos”. Efectivamente el valor de mi casa en dólares bajaría, aunque en euros seguiría siendo el mismo. Y lo mismo se puede decir de todo mi patrimonio. Como la riqueza de un país, es la suma de la riqueza de todas sus personas (físicas y jurídicas), el valor en dólares bajaría, pero en euros seguiría siendo exactamente el mismo. Mi salario en dólares bajaría, pero en euros sería exactamente el mismo. Como resulta que casi todos mis gastos son en euros, tanto me da ser más pobre en dólares. Sólo experimentaré de verdad que soy más pobre cuando voy de turismo o compro algo fuera del área euro y compraré menos productos del “exterior”. Y eso ya va bien para casi todas las personas y para la economía.
Si el objetivo de la autoridad económica fuera salir número uno en el ranking de riqueza mundial, tendría sentido no devaluar el euro. Pero el objetivo no debe ser ese, sino contribuir a la calidad de vida de los ciudadanos con un régimen económico (de ingresos) razonable.
Si el euro no baja, y sigue a niveles de 1,3$/€, lo que ocurre es que los productos de aquí no se pueden vender en el exterior, pues son muy caros. Como aquí (en España y en Europa) la demanda está fatal, hay que intentar vender fuera lo que no se vende aquí. Para vender fuera tengo que hacer reducción de costes: pagar menos a los proveedores y a los trabajadores. El resultado es que mi salario en euros baja y tengo menos dinero para vivir. Eso sí, en dólares sigo siendo rico y aparezco alto en los rankings, pero ¿de qué me sirve si no me alcanza para pagar la hipoteca?… y quizá, como tengo menos dinero, me dedico a comprar más productos de fuera que salen muy baratos porque el euro está muy alto… y el problema aumenta.
Es importante para un gobernante tener siempre en la cabeza que el bien del país (nación, estado o llámele X), es el bien de la suma de todas y cada una de sus personas. El objetivo es mejorar la situación económica de las personas, y no la riqueza del país. Con frecuencia, las viejas teorías económicas adolecen de este defecto, que hablan mucho del país, del consumo y de otras variables macro, olvidándose de las personas concretas que forman ese país del que hablan. En definitiva, la autoridad económica europea debería pensar en el efecto que sus decisiones económicas tienen en las personas y no tanto en la riqueza o la renta del país.