Hay cientos de publicaciones, sobre todo en Internet, aunque también en revistas y libros, que son auténticas guías sexuales para adolescentes. Entre las recomendaciones sobre moda, estudios, cine, música, relaciones con los padres, redes sociales, amistades… un chico o una chica a partir de doce años puede encontrar un consultorio sexológico, donde recibe consejos faltos de sensibilidad, sin ningún respeto a la intimidad y de contenido que raya lo pornográfico.
Estas webs donde los adolescentes se encuentran en su ambiente, donde se habla sobre sus cosas y con un lenguaje muy suyo, tienen miles de visitantes. Algunas de ellas disponen de una publicación en formato revista o libro. Tomemos, como ejemplo, un libro que ha vendido en Cataluña veinte mil ejemplares en un mes. En él se incluyen ciertos consejos que no consideramos adecuados para un chico o una chica que comienza a despertar a la sexualidad.
Una simple ojeada a estos materiales es suficiente para hacerse una idea de lo que encuentran nuestros hijos fuera de casa, si no somos nosotros los que tomamos la iniciativa. La educación de los hijos, también y en especial la de la sexualidad, corresponde a los padres. No hacerlo por miedo, desconocimiento, vergüenza, apuro, falta de tiempo o por cualquier otra excusa y no hacerlo en el momento oportuno, deja a nuestros hijos en manos de “los otros padres”, que dan consejos al por mayor, no sabemos con qué intenciones.
Los adolescentes acuden a este tipo de webs o libros no sólo por pura curiosidad, sino porque piensan que allí no hay una mano adulta que los dirija. Sin embargo, nada más alejado de la realidad: este tipo de materiales están confeccionados por adultos con voz de adolescentes, por adultos que se hacen pasar por “adolescentes maduros” que aconsejan a otros adolescentes. Con esta estrategia se meten en el bolsillo a miles de chicos y chicas y nos usurpan a los padres la autoridad que nos corresponde. Quizá porque nos la dejamos quitar.
Ninguna guía sexual para adolescentes es adecuada, porque la educación de la sexualidad necesita, más que otra cosa, una comunicación personal. El café para todos que ofrece este tipo de materiales suele estar demasiado cargado, de manera que resultan más estimulantes que educativos y alteran el desarrollo natural en vez de encauzarlo. Desde un libro, una revista o una web no se puede educar en la sexualidad, como mucho se puede informar, y en demasiados casos deformar, porque para hacerlo es necesario establecer una relación personal que cumpla estos requisitos:
Acompañar el momento evolutivo de nuestro hijo: sin adelantarnos demasiado ni llegar tarde.
Adecuarse a su personalidad: cada hijo es hijo único.
Respetar su intimidad: hacerlo con mucha delicadeza.
Atenerse a una visión antropológica integral: la sexualidad afecta a toda la persona.
Eso sólo lo podemos hacer los padres, y lo tenemos que hacer.