Golpe bajo a la soberanía nacional

Por una vez el Nobel Krugman ha hecho un diagnóstico no discutible: el problema es que España no depende de sí misma. Lo estamos viendo estos días: ¿hemos tenido alguna vez un gobierno que suscitó más esperanzas? En lo económico, no: Rajoy tuvo mayoría absoluta porque era identificado con la ideología que nos podía sacar de la crisis. ¿Se puede tener un gobierno más decidido a resolver el drama económico que sufre el país? Probablemente, tampoco: se pueden debatir las formas o echarle en cara la falta de estímulos, pero está haciendo lo que piden los mercados y lo que aconsejan los organismos supranacionales. Sin embargo, no puede evitar que el país sea zarandeado por la prima de riesgo y sometido a una especulación brutal.

Es que España no depende de sí misma. Si su principal industria, la turística, tiene alguna esperanza es la de recibir visitantes extranjeros, porque los nacionales empezaron a aplicar la austeridad a algo hasta ahora intocable, que eran sus vacaciones. Si hay empresas, pocas, que aumentan beneficios, son las que tuvieron el coraje de internacionalizarse. Si otras empresas piensan aumentar sus ventas, es por la exportación, no por el mercado interior. Y lo más candente: si el BCE se niega a regar de dinero los bancos de la UE, España vuelve a asomarse a la ruina con un riesgo-país disparado e intereses de usura en la deuda soberana.

Quedémonos con eso. Las obligaciones y programas los marcan otros. A los gobiernos les queda la gerencia. Por eso las promesas electorales se incumplen y han dejado de tener valor de compromiso. Por eso las intenciones políticas se estrellan contra los mandatos de la realidad. Por eso Rajoy tuvo que confesar que hará lo que tenga que hacer, aunque haya dicho lo contrario. La única diferencia que podría marcar Rubalcaba, si tuviese el gobierno, sería dar un toque social al estilo Hollande, poco más. Si incumpliese las indicaciones de la superioridad europea, los mercados le harían la vida imposible. La gran nota de este tiempo es que se acabó la soberanía nacional plena. Aquella referencia al país soberano que hizo Rajoy cuando negoció el déficit tiene hoy un inevitable aroma sentimental.

Eso es Europa: una renuncia a la soberanía. Cuando se pide más Europa, se anuncia que se puede renunciar a más. ¿Cuál es el problema? Que no hay más Europa, sino una amalgama de intereses que se imponen, desde los mercados al orgullo alemán. Si hubiera más Europa, los acuerdos del Consejo Europeo no tropezarían con un simple instrumento como es su Banco Central. Si hubiera más Europa, no arriesgaría a la asfixia a uno de sus países miembros. Lo único que hay, en principio, es más Alemania. ¿A quién se presentó como vencedor de la última cumbre? Al eje Roma-Madrid. ¿Quién salió como perdedor? Berlín. ¿Y a qué obedece la última actitud del BCE? A la filosofía de la señora Merkel. A los ganadores de hace una semana sólo les queda hoy la resignación. A ver si nos enteramos de quién manda aquí.
Fuente:La Vanguardia.-Artículos