Acabo de regresar de Nigeria donde he tenido oportunidad de participar en la conferencia anual de Business Ethics Network (BEN) -Africa, organizada en la prestigiosa Lagos Business School. Me ha permitido conocer de primera mano los problemas éticos de este vasto continente, que poco a poco va despegando.
Como era de esperar un tema relevante ha sido la lucha contra la corrupción, pero en relación con esta cuestión, y a no menor distancia, se ha insistido en regenerar las instituciones y en la importancia de un liderazgo ético.
En la sesión más concurrida -abierta a autoridades y empresarios- se habló de la relación entre el sector público y privado. Una frase de Obama en su viaje a África fue citada varias veces: “Africa no necesita hombres fuertes, sino instituciones fuertes”. En bastantes países africanos parece que ocurre todo lo contrario. No es que falten leyes: hay muchas, quizá demasiadas, pero escasean instituiones que funcionen bien y refuercen leyes y regulaciones. Además, el liderazgo público que se ofrece, con demasiada frecuencia, es éticamente bastante débil. Hubo una gran convergencia en que instituciones y liderazgo ético contribuyen a crear el clima ético que favorece la conducta moral de las personas.
Los representantes de empresas multinacionales que hicieron presentaciones fueron bastante convencionales, lo mismo que algunas empresas nigerianas diseñadas con patrones internacionales. Insistieron en el respeto a la legalidad y los derechos humanos. Algunos presentaron códigos y políticas bien conocidas (respeto a la diversidad, seguridad en las operaciones, evitar acosos, denuncias de irregularidades, etc.), generalmente como una herramienta de gestión para evitar deterioros empresariales y un buen funcionamiento. Menos énfasis aprecié en el reconocimiento de la centralidad de las personas y su valor intrínseco como seres humanos. Apenas se hizo mención a valores de la cultura africana con marcado valor ético como el sentido de comunidad. Tampoco observé una excesiva preocupación por el medio ambiente, quizá porque no sea un valor tan en alza en África como en los países desarrollados.
Se insistió en la importancia de las personas para la buena marcha de la empresa, lo cual incluye que sean íntegras, esto es, con una honradez inquebrantable y actuación virtuosa en cualquier situación. Así, por ejemplo, ExxonMobil, una conocida petrolera que opera en Nigeria, presentó su filosofía con la integridad en su base y apoyada en dos pilares: tecnología y un enfoque disciplinado, a través de los cuales se quería logar la excelencia. Me llamó la atención eso del “enfoque disciplinado” (disciplined approach) que no es frecuente en otras latitudes.
Otro elemento poco frecuente en Europa es la valoración de la religión y las iglesias en promover la ética empresarial. Desde rechazar donativos procedentes de actuaciones corruptas hasta su papel en motivar la integridad y la ética en los negocios. La sociedad en África, en general, es más religiosa que la Europea y por ello las iglesias pueden ser más influyentes que en Europa.
Por último, cabe mencionar el papel de la empresa familiar en las que generalmente propietario y dirección ejecutiva coinciden. Tal es el caso de Falcon Petroleum, una exitosa empresa dedicada a la ingeniería de instalaciones de gas que visitamos dentro de un ‘learning journal’ incluido en el congreso. En empresas como ésta se ve la influencia de los valores éticos familiares que impregnan la cultura empresarial. Puede ser en parte común y en parte distinto de empresas familiares europeas. En Europa hay empresas de este tipo que, por ser más grandes y haberse profesionalizado la dirección, los valores familiares quedan más diluidos.
En resumen, la ética empresarial interesa, también en África, con mucho en común con otros lugares, aunque con acentos particulares. Una experiencia interesante y un buen aprendizaje personal, que en alguna medida enriquecerá este blog.