Escuela de padres:Cómo criar hijos tiranos

Los autores de este pequeño libro, especialistas en terapia familiar y sistémica, ofrecen, según sus propias palabras, “un conjunto de pautas con las que usted y su pareja pueden contribuir a que sus hijos empiecen a mostrar conductas caprichosas, manipuladoras y despóticas desde muy pequeños”, porque un tirano no nace, sino que se hace. Ya se ve que el texto tiene un tono irónico, que dice lo contrario de lo que quiere decir, con tal de que los padres que lo lean, hagan lo contrario a lo que se recomienda.

La estructura lógica empleada es hipotético-deductiva: si usted quiere criar hijos tiranos, haga tal y tal, y lo conseguirá. De modo que los autores proponen las “pautas de crianza ineficaces más populares”. Por ejemplo, la educación de un buen tirano exige algo más que las habituales amenazas incumplidas, será necesario llevar a cabo los exigentes criterios DIA: amenazar con castigos Desproporcionados, Ilimitados y Agresivos.

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Para sentar las bases de un niño tirano, nada tan eficaz como ceder a todos sus caprichos y nunca decirle que “no”, entrenarle para tener rabietas, minimizar y justificar sus pequeñas agresiones (“Son cosas de niños”). Si queremos alentar al tirano en ciernes, debemos hablar en vez de actuar, castigar mucho, perder los papeles o no ir a una el padre y la madre (“Divídanse y el tirano vencerá”). En este sentido, el divorcio se presenta como una oportunidad que ofrece posibilidades adicionales de actuar divididos ante el hijo, lo cual complementa la educación del pequeño dictador.

Si la infancia representa la escuela del tirano, la adolescencia es una verdadera universidad. Para completar su formación, los autores nos recomiendan abdicar de la responsabilidad de educar a nuestro hijo, instaurar un estado policial en casa, perder la fuerza por la boca, es decir, rallar y rallar sin hacer nada, y utilizar el chantaje emocional (“Me vas a matar a disgustos”).

Ahora solo resta mantener y potenciar la dictadura de nuestro hijo con dos consignas básicas: pasar por alto y minimizar las conductas tiránicas con nuevas concesiones; o, por el contrario, provocar su agresividad con la nuestra para después arrepentirnos y volver a ceder. En este punto, este pequeño manual de antiayuda sugiere que los padres miren a otro lado, que se dejen atemorizar, que le compren el iPad que les estaba exigiendo, que sigan perdiendo la fuerza por la boca a base de mucha firmeza verbal y ninguna real, que entren al trapo, que se mantengan divididos como padres o que eviten los acercamientos y los gestos de reconciliación.

Si los padres han seguido estas recomendaciones, su hijo se habrá enseñoreado de la casa. Llegados a este punto, el trabajo parece concluido: el tirano se ha hecho tan fuerte que resulta casi imposible revertir la situación. No obstante, para rematar la faena los autores proponen dos ideas más: “convénzase de que su hijo tiene un problema mental… y actúe en consecuencia” e “interne a su hijo en un centro o envíelo a vivir con un familiar”. Todavía quedan otros finales, como provocar un “divorcio afectivo” y hacer como si el hijo no existiera. En fin, todo un fracaso educativo.

Si usted quiere que sus hijos no se conviertan primero en niños caprichosos, después en adolescentes déspotas y finalmente en verdaderos tiranos, dele la vuelta a lo que propone este pequeño manual, esa es la intención de sus autores.

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