Un chico está jugando un partido de fútbol en su videoconsola. En el minuto noventa el árbitro pita penalti a favor de su equipo. Es la gran ocasión de ganar el encuentro. El chico decide que lo lance Mario Götze, el jugador de la selección alemana que metió el gol en el mundial de Brasil e hizo campeona del mundo a su selección. Pero el jugador virtual falla el penalti. Aquel fallo en el último minuto le irrita tanto al joven que tira el mando al suelo y lo rompe.
Entonces decide reclamar daños y perjuicios. Entra en su cuenta de Facebook y escribe:
“Quisiera decirle una cosa al señor Götze: me debes los 49,90 euros que me costó el mando. Fallaste un penalti en el minuto noventa, gracias. Mañana te enviaré mis datos bancarios”.
Este es un buen ejemplo de esa confusión entre lo real y lo virtual que están padeciendo muchos niños y adolescentes. Están tan imbuidos en las nuevas tecnologías, tan metidos en las pantallas, que puede ocurrir que no sepan distinguir entre lo real y lo virtual, que un error virtual (fallar un penalti en un videojuego) tenga una consecuencia real (la rotura del mando de la PlayStation), del cual tiene que responder el jugador real (Mario Götze) por haber tirado mal un penalti virtual.
Para más inri, el verdadero Mario Götze se metió en las redes sociales y respondió de esta manera al chico:
“Marcar un penalti en el minuto noventa siempre es complicado ¿Qué pasaba con Thomas Müller [el lanzador habitual]? No debes tirar tu mando. Te obsequiaré con un regalo, y prometo marcar el próximo penalti”. (Eurosport)
La confusión entre lo real y lo virtual resulta ahora cómica. El jugador alemán, con gran sentido del humor y con mucha ironía, nos advierte de esa confusión que no pensábamos que podría darse realmente.
Se nos ha prevenido de muchas maneras: vivimos más en el mundo virtual que en el real, más tiempo entre pantallas que en la realidad. Lo hicieron hace un par de décadas los llamados filósofos posmodernos, como el francés Jean Baudrillard (1929-2007), quien hablaba de El crimen perfecto, título de una de sus obras en la que advertía que “con lo virtual no solo entramos en la era de la liquidación de lo real y de lo referencial, sino también en el exterminio del otro”. El auge espectacular de los medios de comunicación (en 1995, cuando Baudrillard escribe su libro, Internet acaba de nacer) convertirán el mundo en puro simulacro, en un conjunto de imágenes, en pura ilusión, y “el otro” quedará diluido en “comunicación perpetua”.
Ahora entendemos mejor el vaticinio de los filósofos. Muchos niños y adolescentes viven en el fondo de esa caverna platónica en cuya pantalla creen ver la realidad. Si siguen así, con la mirada fija en el monitor, como cuando manejan un videojuego, cada vez resultará más difícil hacerles salir afuera. Ojalá que regresar al mundo real cueste sólo 49,90 euros, lo que vale el mando que nos conecta con el mundo virtual.