El “papi” del asiento 16C | Familia Actual

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Shanell Mouland con su hija KateShanell Mouland es madre de una niña autista de tres años. Aunque su autismo es leve, Kate tiene dificultades para relacionarse e interactuar con el entorno, por lo que, cada vez que sale de casa, su madre vive con tensión las posibles reacciones que pueda tener su hija.

Esas situaciones son especialmente problemáticas cuando Kate tiene que viajar en avión, algo que ocurrió hace unos días. Shanell embarcó con su pequeña con la esperanza de que las dos horas de vuelo se pasaran lo más rápidamente posible. Sabía que la niña podría ponerse impertinente o comenzar a gritar, ponerse nerviosa o llorar durante todo el viaje.

La madre ocupó el asiento de la ventanilla para que la niña no enredara con la persianita y molestara a los viajeros, y la pequeña quedó sentada entre ella y un señor muy bien vestido, quizá un empresario o un alto cargo de una multinacional. Shanell temía que Kate importunara al pasajero, quien revisaba sus papeles como si llevara una oficina portátil, pero, para su sorpresa, el hombre no se incomodó porque la niña le tocara la americana, antes al contrario, comenzó a hablarle y entablaron una amigable conversación. Kate y el anónimo pasajero pasaron todo el viaje conversando y jugando con la tablet de ese señor al que la niña llamaba “papi”.

Seguramente –pensó Shanell– aquel señor tan amable estaría muy ocupado, probablemente dispondría de ese par de horas que dura el vuelo para ultimar asuntos importantes o para descansar; sin embargo, derrochó con su hija paciencia, cariño y comprensión y le dedicó todo su tiempo, un tiempo que presumiblemente sería muy valioso.

Cuando llegó a casa, Shanell Mouland escribió en su blog una carta de agradecimiento al anónimo pasajero titulada: Querido “papi” del asiento 16C del vuelo 1850. En ella le expresaba su gratitud por haber sido paciente con Kate y haberla entretenido de manera natural, por haber sido amable de verdad no por compromiso, por no haber tenido que disimular fastidio o simular que disfrutaba con ella, por haber sido sincero, algo que una niña como Kate lo percibe enseguida.

La carta de Shanell se hizo viral en unas pocas horas, lo cual indica que el comportamiento del pasajero del asiento 16C nos resulta realmente extraordinario por excepcional: lo normal parece ser lo que vimos ya hace unos meses en ¿Nos molestan los niños?, donde comentábamos la encuesta que concluía que “un tercio de los británicos estaría dispuesto a pagar más por vuelos sin niños a bordo”.

Actitudes como las de este pasajero ayudan a los padres a sobrellevar momentos de verdadera angustia que se pueden presentar cuando nuestros hijos –tengan o no alguna limitación–, salen de casa y “hacen de niños”. El anónimo del asiento 16C comprendió que Kate no era una mal educada o una consentida, sino una niña que llama “papi” a las personas que ayudan a otras personas, a las que no viven encerradas en sí mismas, a las que no les importar viajar un poco incómodas para que una madre pueda hacerlo un poco tranquila, a las que se preocupan más por las personas que por las cosas, a las que son verdaderamente “amables”, es decir, dignas de ser amadas y de recibir nuestra gratitud, a las que saben dar lo más difícil de dar: su tiempo, su comprensión, su dedicación.

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