BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on octubre 31, 2021
Vuelvo sobre el tema a partir de la entrevista al premio Nobel James J. Heckman a la que me referí en una entrada anterior. Heckman es crítico de algunos programas gubernamentales que dan dinero para solucionar los problemas de los hogares sin recursos, no porque el dinero no haga falta, sino porque necesita ser complementado por las actitudes y valores de la familia, especialmente por el impacto de las madres en el desarrollo de los hijos. Hay, dice Heckman, sinergias entre el programa y la familia. A veces, el programa puede superar los defectos de la familia, pero habitualmente hace falta que esta colabore también: tener a las madres informadas e implicadas es el secreto. Las madres, dice, porque a menudo son las que tienen que sacar adelante a los hijos solas, sin la ayuda de un padre. «Nadie quiere hablar de las familias», dice, sino del dinero. Pero «la familia es toda la historia», concluye.
Esto tiene que ver con algo que dijimos en la entrada anterior: las capacidades de los hijos pueden y deben ser promovidas por los padres. Cita un ejemplo del filósofo Platón, que proponía que todos los niños fuesen separados de sus padres, para darles a todos las mismas oportunidades. El resultado sería desastroso. Un generoso sistema de transferencias de dinero a las familias puede ser un freno al desarrollo de capacidades de los hijos, si obstaculiza esa adquisición de virtudes y capacidades.
Es bien conocido que los padres con más recursos obtienen mejores resultados con sus hijos que los padres pobres. Pero no es solo cuestión de dinero: los más ricos tienen también más formación, mejores relaciones y una vida familiar más adecuada. Pregunte usted, dice Heckman, a una madre soltera sin educación, cuál es la trayectoria normal de un niño para que aprenda a leer a los dos años, y la respuesta será, probablemente, que no lo sabe. Por tanto, no podrá ayudar a su hijo a desarrollar esa capacidad. De alguna manera, los programas tienen éxito cuando cuentan con la implicación de los padres, lo cual exige más que dinero. «Padres motivados, aunque no tengan educación, si están motivados, producen resultados efectivos en los hijos. Siempre».
«La definición correcta de pobreza infantil es vivir en un entorno que no estimule y que no anime. Rico o pobre». ¿Su recomendación final para los padres potenciales? Primero, gradúate, luego cásate, luego ten un hijo. Por este orden. Esa es la base para formar a los padres como responsables de la formación de sus hijos.