presuntas presiones sobre la renuncia del Papa ha sido –de nuevo- la desarmantesencillez con la que Benedicto XVI se volvió a referir hoy a ello, durante el
último ángelus dominical como Papa. Comentando el evangelio del domingo (la Transfiguración) dijo que sentía la palabra de Dios especialmente dirigida a él
en este momento de su vida. Y añadió:
“El Señor me llama a ‘subir al monte’, a dedicarme todavía más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la
Iglesia; al contrario, si el Señor me pide esto es precisamente para que pueda servirla con la misma entrega y amor con los que he procurado hasta ahora, pero
de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas”. (Observo que en algunos medios de lengua española se ha traducido “abandonar la Iglesia”, pero la
traducción correcta es “abandonar a la Iglesia”)
En entradas precedentes rechazo los lúgubres escenarios vaticanos presentados en algunas producciones periodísticas. Con eso no pretendo decir que no existan problemas. Sería ridículo. Lo que digo es que resulta impresentable atribuir –como se hace- la renuncia del Papa a las presiones ochantajes, o lo que sea, de una “lobby gay” en el Vaticano… En el fondo, lo que se está diciendo es que el Papa tiene las manos atadas, que todo está corrompido, incluida la jerarquía de la Iglesia. Esto es muy importante, pues para algunos, de lo que se trata es de socavar la autoridad moral de la Iglesia y erigir nuevos púlpitos (algunos en las redacciones de algunos diarios). Y es que el Papa ha renunciado, pero otros siguen pontificando.