El bien común y la recuperación del sentido común

GUIDO STEIN, profesor asociado de Dirección de Personas en las Organizaciones

Un participante de un Programa de Alta Dirección de Empresas (PADE) en el que impartía recientemente un seminario sobre negociación, criticó con gran agudeza que estuviese enfocando el asunto como si el mundo empresarial fuera como un zoco comercial en el que todo se negocia sin tener en cuenta si las cosas tienen un precio justo (fair value). Tras una viva discusión entre los asistentes (muchos viven en el zoco), le dije que me costaba encontrar el precio justo en el día a día, pues según vendas o compres, y cuándo lo hagas todo varía enormemente.

Acabamos de pasar el estrés del examen de estrés de nuestros bancos, y, por ejemplo, hay quienes piensan que el Banco Popular no tiene futuro, o quienes se lo vemos luminoso y atractivo. Sin embargo, el directivo crítico tiene razón: no todo es relativo.

La necesidad del hoy apunta a reclamar comportamientos justos (fair behaviors), los que se sujetan a unas prioridades que van más allá del propio beneficio a cualquier precio.

La realidad nos está suspendiendo como sociedad. Es muy difícil no pensar que va cada uno a la suya, sin importar las consecuencias de sus acciones más que en su propio bolsillo (el que aún lo tenga) y con la miopía que da la cortedad de miras. Desde las festivas y violentas algaradas populares, hasta el pobre desempeño de líderes públicos, y no sólo políticos, pasando por las huelgas interesadas o las discusiones huecas que hoy ocupan nuestras cabezas y nos desorientan de lo importante.

El hombre y la mujer, ya subrayó Aristóteles hace 25 siglos, son seres sociales por naturaleza. Sólo una bestia o un dios no necesitan de la sociedad para su desarrollo y plenitud. La historia demuestra que construir la sociedad donde se despliega lo mejor (y lo peor) de las personas es un reto esforzado en el que nos la jugamos.

La sociedad no es posible sin la aspiración a un bien común a todos aquellos que la integran, y al que estamos llamados a contribuir y proteger. Se trata de una fuerza centrípeta, como el amor, la amistad o el conocimiento, que se agrandan sólo cuando se comparten. La suma de los intereses particulares legítimos no es un sustituto válido; anteponerlos al bien común supone la desunión social y la confusión moral, pues sin un sentido superior que los aglutine constituyen una tensión centrífuga.

No clamo por la uniformidad de los callados y acomodados, esa que nos entonteció cuando éramos ricos, sino por la suma de voluntades decentes, e inteligentes.

© Guido Stein. Doctor en Filosofía (Management) por la Universidad de Navarra y Master en Administración de Empresas por el IESE-Universidad de Navarra. También es presidente ejecutivo de EUNSA y EIUNSA así como consultor de empresas en diversos sectores como servicios de finanzas, industria y energía, entre otros, y asesor senior de Corporate Inicia y miembro de la International Academy of Management y del Consejo Consultivo Internacional de MCC (Budapest
Fuente:Economía con valores.-Diario el País