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El arte de la poda
Publicado el 10/11/2014 por blogfamiliaactual
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Podando un setoEstamos en la época de la poda. Los árboles se preparan para iniciar un año más su ciclo vital. Para llegar a ser frondosos en el futuro o dar buenos frutos, tienen que pasar por sacrificar algunos de sus nuevos brotes. Es menester que parte de lo que han ganado en verano lo pierdan en invierno con el fin de crecer mejor. No sólo los árboles frutales, sino también los que adornan nuestras ciudades, deben ser podados para que la savia no se vaya por las ramas y los hagan más fuertes. Uno que nunca recibe la poda será árbol, qué duda cabe, pero crecerá sin ton ni son, estará a merced de los vientos y las tormentas, o de los otros árboles, quizá el peso de alguno de sus retoños le hagan quebrarse o el exceso de frutos subir torcido: será un árbol sin carácter.

Ya Platón en la República compara la educación al arte de la poda: desde niño –dice el filósofo griego- el hombre será sometido a una poda y extirpación de todo lo que le impide elevarse al conocimiento del bien. No podemos aplicar al pie de la letra lo que el pensador de Atenas proponía, pero sí extrapolarlo y quedarnos con un aspecto que nos puede servir para educar a nuestros hijos, como es la necesidad de quitar cosas que impiden que crezcan robustos y sanos.image

Con el temperamento se nace, pero el carácter se hace; a base, eso sí, de ir podando todo aquello que nos sobra o que no impide crecer. No se trata de cortar por lo sano, sino de ir tallando esas menudencias, o no tan menudas, que hacen que se desparrame la savia por lo accesorio y quede desnutrido el tronco. Saber qué ramas hay que cortar y cuáles no, por dónde hacerlo y cómo, no es fácil, aunque resulta imprescindible. Por eso, la poda es un arte para el que hay que tener oficio: un árbol mal podado no crece bien.

Pero la poda es dolorosa. Si un árbol pudiera sentir, seguramente que le dolería cada vez que las tijeras le amputan lo que le sobra, pero el agricultor no se ablanda porque sabe que es por su bien. Por eso, prescindir de lo prescindible, de esa golosina, de esa nueva aplicación del móvil, de eso que todos tienen, de nuestras postizas preocupaciones, de todo eso secundario que ponemos en primer lugar, de lo trivial que no vital… resulta incómodo, doloroso, arduo…, pero nos asegura un crecimiento personal más firme y seguro.

Deberíamos decir como Sócrates, el cual, tras haber recorrido el mercado, dijo a los que le acompañaban: “¡Cuánto no necesito!”. El maestro de Platón conocía bien el arte de la poda y se lo aplicaba a sí mismo. El carácter de nuestros hijos se forma y consolida a base de ir cortando ramas que pesan y no dan peso. Esos tijeretazos duelen tanto al que los da como al que los recibe, pero no hay duda de que ayudan a crecer, porque no es exagerado decir que lo que más necesitamos en nuestra época es de carecer.

Tomemos las tijeras y ejerzamos el arte de la poda. Nos vendrá bien, a nosotros y a nuestros hijos.

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