Edward Green es un epidemiólogo y antropólogo de prestigio internacional que, en 2009 y con datos científicos, causó sensación en todo el mundo al apoyar las tesis de Benedicto XVI, quién en un viaje a Camerún afirmó que el preservativo “agrava” el problema del sida en África al no tener en cuenta una “humanización de la sexualidad” que también contemple la fidelidad y la abstinencia.
“El problema del sida no se resuelve con la distribución de preservativos que, al contrario, empeoran el problema”, dijo el entonces Papa. Esta afirmación del Santo Padre fue defendida por Green en su artículo “The Pope May Be Right“, publicado el 29 de marzo de 2009 en The Washington Post. A raíz de sus afirmaciones, fue despedido por el Centro de Investigación para la prevención del Sida de Harvard, que él mismo dirigía.
Este experto sostuvo de nuevo con fuerza su postura en 2012, con una abundante aportación de datos científicos, en su libro Broken Promises (Promesas rotas) donde denuncia la “traición” de los países en vía de desarrollo por parte del establishment del sida.
“Los progresos, en peligro”
Ahora, según informa el Comité Independiente Anti-Sida (CIAS), Green se reafirma en sus tesis con un artículo publicado en el National Review del 29 de agosto de 2014 vuelve al ataque junto a su colega Allison Rualk para responder a la intervención de Donald McNeil aparecida en el New York Times el 25 de agosto y titulado “Los progresos contra el SIDA en Sudáfrica están en peligro”.
Quien fuera el mayor experto en sida de Harvard se hace la siguiente pregunta: ¿Seguir inundando África de preservativos y fármacos antiretrovirales? Y la respuesta es que no es científico sostener que este es el mejor modo de combatir el sida en el continente. Es más, es peor, ya que se trata de una ilusión que, paradójicamente, corre el riesgo de empeorar las cosas, favoreciendo la difusión del contagio por VIH.
Según McNeil, la disminución de las inversiones del Gobierno estadounidense centradas en la difusión de los fármacos antiretrovirales estaría invirtiendo la tendencia positiva registrada en Sudáfrica por la lucha contra el sida.
Para Green y Rualk, en cambio, esto no sucederá sencillamente porque en África del Sur “no ha habido nunca progreso alguno” en la pelea contra la difusión del VIH.
Los datos discutidos en la Conferencia de Sudáfrica del 2013 han demostrado más bien la disminución del índice de mortalidad por sida, no de su incidencia.
“El éxito en los tratamientos médicos en Sudáfrica y, por lo tanto, la disminución de la tasa de mortalidad no deben ser confundidos con un éxito en la prevención”, un equívoco demasiado difundido, “no sólo en Sudáfrica”.
Los preservativos, en entredicho
Ante todo, la disminución del VIH en África después del pico a final de los años noventa, recuerdan Green y Rualk, es un fenómeno que se ha manifestado “antes que los antiretrovirales fueran ampliamente accesibles”.
Y “la otra conclusión” del New York Times que hay que desmitificar porque no está sostenida por datos, continúan los dos estudiosos, es aquella según la cual “los preservativos son la causa, o están vinculados, a la disminución del índice de infección por HIV en Sudáfrica”.
A este propósito, los investigadores recuerdan “el primer y mayor caso de éxito contra el sida” de toda África: Uganda, donde gracias al enfoque educativo basado en la abstinencia y la fidelidad “los índices de infección disminuyeron aún antes de que los preservativos estuvieran disponibles fuera de la capital Kampala”.
Si en cambio hoy “Uganda no está yendo tan bien”, observan Green y Rualk, “probablemente es debido a la presión de los benefactores occidentales sobre sus gobernantes para que dejen de disuadir sobre los comportamientos que conllevan riesgo –principalmente las relaciones con distintas parejas— y confíen en cambio en los fármacos, los análisis y los preservativos”.
Si el índice de difusión del virus en África se ha reducido es gracias a la “partner education”, es decir, a la reducción de las parejas sexuales, insisten Green y Rualk.
“Presa de la ideología”
También parece “probable que la enseñanza y la exhortación procedentes de la base del país, especialmente de las iglesias y las mezquitas, hayan reforzado la reacción natural que ha llevado a las personas a prestar más atención al comportamiento sexual”, añaden.
“Dicen que me he convertido en una persona religiosa –dijoa Green en una entrevista a Lifesitenews.com– pero somos nosotros los que aportamos datos científicos. Ellos son presa de la ideología”.
Si como sostiene el New York Times, en Sudáfrica los progresos de la lucha contra el sida están en riesgo, la verdadera razón la muestran mejor las revelaciones sobre los comportamientos nacionales, de los cuales emerge que “en el último decenio ha aumentado el porcentaje de sudafricanos que tienen múltiples parejas sexuales (dos o más en el último año)”.
Por lo tanto, parece ser que “paradójicamente el mayor acceso a los tratamientos médicos contra el sida de los últimos años podría haber traído una menor cautela en los comportamientos (…), haciendo pensar a las personas que el sida ya no coincide con una sentencia de muerte”, concluyen.