Propone jugar a decir tacos en la mesa y los padres se quedan boquiabiertos. Los rictus vuelven a su ser una vez se explica. “Partiendo de la base de que los van a decir, lo educativo es enseñarles dónde y cuándo son permisibles”.
El pedagogo Javier Bahón ha explicado recientemente en las tres capitales vascas, en el marco de un ciclo formativo organizado por Hirukide, los distintos estilos educativos y sus consecuencias en los hijos.
Sobreprotectores: hijos pasivos, egoístas y torpes
Nos han suspendido tres, tenemos examen… A los padres sobreprotectores les delata el uso del plural y una preocupación constante por evitar cualquier riesgo. “No te subas, no corras, no saltes, porque te caerás, te mojarás, te mancharás… Y si el niño se sube a un banco, le dirán: Pues ahora nos vamos a casa. Cuando no funciona que te quiero cuidar, te castigo para que no te pase nada”, explica Bahón.
Convencidos de que “su hijo siempre es pequeño y no sabe hacer las cosas”, los padres sobreprotectores se pasan el día dándole consejos y subrayan lo que no logra. “Ves cómo no ha emparejado los calcetines por colores. Esto te ata. Vas a estar emparejando calcetines hasta que tenga 42 años”, advierte este experto, para quien lo peor de todo es que recurran al castigo moral, “que hace mucho más daño que un sopapo” y consiste en hacerle sentir mal por algo de lo que no tiene culpa. “Le suelen echar en cara: ‘Con todo lo que yo he hecho por ti’. El niño debiera contestar: ‘Pues haber hecho menos, porque me has estado agobiando 24 horas al día’ ”.
Fruto de este estilo educativo, los niños se vuelven pasivos y egoístas, incapaces de razonar por sí mismos o de superar retos. Para eso ya están sus padres. “Lo que aprenden es a quejarse cuando faltan ama y aita. ‘Había que hacer esto. ¿Dónde te has metido?’ Son los típicos niños tiranos”, afirma Bahón. También son chavales muy infantiles, que desarrollan muchos miedos, y que, “como no les dejaban moverse para nada, pueden ser hasta torpones”.
Autoritarios: niños con baja autoestima
Suena a cliché del pasado, pero el autoritarismo sigue vigente. “Se mantiene eso de ‘Vives en mi casa y harás lo que yo te diga’ o el no negociar nunca. Está todo basado en normas y órdenes”, esboza el pedagogo. En caso de que el hijo no logre los objetivos marcados, los padres se sienten “frustrados porque les ha fallado” y critican al niño, en vez de la acción. “En un proceso de aprendizaje eso es grave, porque no es lo mismo decir ‘Eres un torpe que Hay que fijarse más, que te has salido’ ”. Además de ensalzar sus errores, los autoritarios no premian a sus hijos por hacer “lo que deben”. “Si sacas un sobresaliente, es lo suyo. ¿Por qué te voy a decir yo nada? Si sacas un 7, habrá bronca por no haber sacado un 9”. Como consecuencia de esta forma de educar, los menores tienen un bajo concepto de sí mismos, se sienten culpables y cuentan mentiras para evitar castigos. “No lo hago o no lo digo mientras estés tú y si no, te cuento una trola. Eso sí, en cuanto no estés, haré todo lo contrario”.
Además de generar miedo y odio en los niños, los convierten en posibles víctimas de bullying. “Si acostumbras a tu hijo a ser una persona cobarde, siempre acurrucada por tus gritos, vas a generar una víctima, que entenderá que le ocurra lo mismo en la clase o en el patio”. También se da el caso contrario. “Como mi padre me lo hace a mí, yo se lo hago a este, que es más pequeño. Entonces, se convierte en el agresor”.
Inhibicionistas: faltos de cariño
En la creencia de que la vida enseñará a sus hijos, estos padres se inhiben de la tarea de educar y les dejan a su libre albedrío. “Si está subido en el sofá, entienden que tiene mucha vitalidad y que lo normal es que de allí salte a la lámpara. Jamás hay normas. Son los típicos que dicen: ‘Déjale que sea feliz, ya tendrá tiempo de sufrir’. Y cuando se cabrean, le echan la bronca, con lo cual consiguen que se sienta perdido”, indica Bahón.
Pese a que los padres están convencidos de que “les están dejando crecer en libertad”, los niños sienten que nadie les quiere y buscan el afecto en la calle. “Son niños que van a acabar con cualquier persona que se les acerque o cualquier sustancia. Entienden que están mejor ahí que en su casa”.
Asertivos: respetuosos, tranquilos y seguros
Tolerar, respetar y empatizar con el hijo caracteriza a los padres asertivos, el estilo educativo ideal. “No tienes que compartir a la fuerza lo que te dice, pero sí entender que eso es lo que piensa o siente. Si se siente comprendido, no atacado, se abrirá mucho más”, asegura el pedagogo. Una vez reconocido que le pasa algo, el siguiente paso sería tratar de ayudarle.
La paciencia, el equilibrio, el buen humor y premiar por lo positivo son otros de los rasgos de la educación asertiva, que da como resultado “niños tranquilos, tolerantes, respetuosos, que se saben enfrentar a nuevos retos porque están seguros de sí mismos y que se van a relacionar bien con los demás y, por tanto, van a ser bien aceptados”.