“Ebriorexia”, alcohol más anorexia

Familia actual.-Una extraña combinación que resulta de no comer porque se ha bebido. Este nuevo trastorno alimenticio consiste en no ingerir alimentos con el objetivo de poder beber alcohol sin aumentar de peso. Así lo ha descrito el doctor Adelardo Caballero, nutricionista y director del Instituto de Obesidad (IoB) de Madrid.

Muchos adolescentes y jóvenes, sobre todo chicas, se encuentran entre la espada y la pared: la espada de mantenerse delgadas y la pared de consumir grandes cantidades de alcohol los fines de semana. Es decir, la presión social que, por una parte, no les ofrece muchas oportunidades de diversión que no vayan unidas a la borrachera del fin de semana, y, por otra, les exige una delgadez que no está al alcance de todas las personas, lleva a algunas adolescentes al dilema de tener que elegir entre comer o beber. No es difícil que acaben eligiendo no comer para poder contrarrestar la aportación calórica de las bebidas alcohólicas con tal de que la báscula no lo note. Al atracón de alcohol del fin de semana le sigue un ayuno estricto, es lo que se llama “ebriorexia” o “drunkorexia”.

El fenómeno comienza a ser preocupante en muchos adolescentes y jóvenes hasta los 25 años que consumen grandes cantidades de alcohol cuando salen de marcha. Para ellos –en especial, ellas–, tanto la bebida como la delgadez son dos elementos socializadores a los que no pueden renunciar. El resultado les lleva a calibrar calorías y a intentar compensar el excedente calórico que les proporciona el alcohol con una dieta drástica.

Las personas susceptibles de caer en “ebriorexia” conocen a la perfección el aporte calórico de lo que beben. Por ejemplo, que una lata de cerveza tiene 110 calorías y un combinado más de 200. Echando cuentas, una chica obsesionada por su peso se vería obligada psicológicamente a no comer prácticamente nada tras una noche de borrachera. Estaría siendo anoréxica circunstancial, pero, en todo caso, también estaría poniendo su salud en grave peligro.

Los expertos, como el doctor Caballero, alertan de que el hígado femenino sufre más por el alcohol que el del hombre, aunque consuma menos cantidad y durante un periodo más breve de tiempo. Bebiendo la misma cantidad que un varón, la sangre de una mujer absorbe entre un 30 y 50% más, mientras que su corazón también es más vulnerable, y con un 60% menos de alcohol puede sufrir la misma cardiopatía.

También los expertos insisten en la importancia de que los padres tengan una buena comunicación con sus hijos en general, pero, sobre todo, en que les alerten sobre los efectos y el peligro del consumo de alcohol, que cada vez se inicia antes.

Deberíamos distinguir, también en este tema, entre uso, abuso y adicción. Por la propia idiosincrasia adolescente, la relación que tienen con el alcohol no suele ser de uso (como puede ser tomar un vaso de vino en las comidas), sino de abuso. Este se produce cuando se consume aun a sabiendas del daño que causa, algo que, por la edad, resulta difícil que un adolescente lo perciba como lo percibimos nosotros. Del abuso a la adicción se pasa cuando un joven ya no sabe divertirse sin beber, cuando, si no consume alcohol, se siente mal, desplazado, aburrido, de mal rollo. Lo preocupante, entonces, no será que deja de comer para no engordar, sino que convierta el alcohol en su único alimento.

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