Cuando el trabajo es repetitivo, desagradable y peligroso

Blog del Profesor del IESE Doménech Melé.-
A propósito de una entrada anterior sobre el hundimiento de un edificio-factoría en Banagladesh, un amable lector de este blog me hace llegar un impresionate video (menos de 1 min.), que incluyo en esta entrada. Trata del trabajo en una prensa en una fábrica  situada en algún lugar de China. Creo que merece los adjetivos con los que encabezo esta entrada: repetitivo, desagradable y peligroso (seguramente también mal pagado). Alguno podrá decir, evocando a Taylor, que es un trabajo racionalizado, con métodos y tiempos cientificamente pensados para aumentar la productividad. Se podría también añadir que esos trabajadores actúan voluntariamente: si no tuvieran este trabajo seguramente estarían muriéndose de hambre Dios sabe dónde.  

Trabajo racionalizado y voluntario: he aquí dos conocidos argumentos para justificar una organización del trabajo indigna de la condición humana. Pero más que argumentos son auténticos sofismas. Me explicaré.

¿Trabajo racionalizado? ¿Con qué clase de racionalidad, técnica o ética? Técnica, por supuesto. No hay racionalidad ética, y ni siquiera se plantea: la persona se subordina totalmente al proceso. Pero hasta la racionalidad técnica puede cuestionarse, ya que otros diseños técnicos son posibles. La cadena de montaje parecía impresciendible para una buena productividad, hasta que Toyota innovó un modo de trabajo en grupo de un modo menos repetitivo, con mayores relaciones interpersonales, más agradable, y tanto o más eficiente en términos de productividad.  

Por otra parte, que trabajen voluntariamente es un decir. Más bien se diría que está allí por la perentoria necesitad de ganarse la vida. Y los empleadores abusan de esta necesidad, sin buscar soluciones imaginativas que armonicen productividad con unas  condiciones de trabajo más humanas.

Me temo que, con video o sin video, sigue habiendo muchos casos como este en no pocos países, y quizá hacemos poco para evitarlo. Los consumidores tienen poder sobre las empresas para exigir condiciones de trabajo dignas, aunque sea a través de una cadena de sumistros más o menos larga. Y los empleadores incurren en una seria responsabilidad de la que algún día tendrán que rendir cuentas.

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