Conformarse con los resultados conseguidos no suele ser una buena práctica, y la evolución del mercado de trabajo en España lo confirma. Después de los buenos resultados de las reformas de hace un par de años, no se han tomado nuevas medidas. Esto significa que la creación de empleo pierde fuerza; el mercado dual continúa (por un lado, trabajadores con contrato indefinido, bien protegidos, y por otro los temporales y los sin empleo) y el futuro se confía a una recuperación de la producción que muestra escasa fortaleza.
Hace unos días, la consultora Hay ponía de manifiesto las dificultades que algunas empresas están teniendo para encontrar los trabajadores con las cualificaciones adecuadas, y eso con una tasa de paro que continúa siendo, oficialmente, de un parado por cuatro trabajadores activos. Esto viene a poner el dedo en la llaga de la situación de nuestros trabajadores potenciales: uno de cada cuatro trabajadores entre 18 y 24 años dejó la escuela antes de hora. Uno de cada cinco entre 15 y 29 años son “ni-nis”, no estudian ni trabajan ni están en programas de formación para el empleo. Los resultados de las pruebas PISA son muy poco alentadores; nuestras universidades no son un modelo de rendimiento escolar, y el gasto en investigación y desarrollo sigue, después de varias décadas, por debajo de la mayoría de los países con los que nos comparamos.
El fallo del modelo educativo español es alarmante. Hoy es más fácil encontrar empleo para una persona mayor cualificada que para un joven sin cualificar. El nivel de excelencia de nuestros estudiantes -y de nuestros centros educativos- es claramente flojo. Si no somos capaces de mejorar esto, no seremos capaces de crear todo el empleo que necesitamos, ni de obtener la productividad que permitirá pagar salarios más altos, ni cambiaremos nuestro modelo productivo (seguirá siendo más rentable la construcción o el turismo que las nuevas tecnologías, por mucho que se nos llene la boca con la idea de que hemos de cambiar el modelo). Y la desigualdad seguirá creciendo: ahora somos el segundo país de la Unión Europea con mayor desigualdad de renta, después de Letonia. No es cuestión de gasto social y de impuestos progresivos, sino de capacidad de generar rentas para las familias. La señal de alerta lleva tiempo encendida, pero nuestra sociedad mira hacia otro lado…