Copiar en la Universidad. Blog Antonio Argandoña profesor IESE

No quiero que esta entrada suene como la queja de un viejo profesor: “la Universidad ya no es lo que era”. La Universidad (con mayúscula) es hija de su tiempo y, por tanto, es cada vez como la sociedad quiere que sea. Bueno, no: hay muchos en la sociedad que quieren que la Universidad sea otra cosa. Pero en cada momento la Universidad es un reflejo de la sociedad. Y si la sociedad necesita que la critiquemos, la Universidad también lo necesita.

Todo este rodeo es para justificar las reflexiones que me hice hace pocos días leyendo una entrada en el blog de spiked (aquí, en inglés) con el título de “Por qué copiar se ha convertido en la norma”. Se refiere a la situación en el Reino Unido, pero me parece que el lector encontrará muchos paralelismos con nuestro país y con otros. La entrada de Frank Furedi se queja de cómo ha proliferado la copia en las universidades, a la hora de presentar ensayos, comentarios o trabajos de los alumnos. Y ofrece varias explicaciones:

Las “fábricas” de textos, que se pueden comprar en internet, con la ventaja de que esos textos están trabajados de modo que eviten los sistemas de detección de plagio. Es la explicación preferida, porque echa la culpa al oferente, y deja limpio de culpa al demandante.
La presión económica sobre los alumnos, que “necesitan” un título, porque han incurrido en una gran deuda y porque su futura ocupación depende de ese título. Una versión más de “el fin justifica los medios”.
La presencia de estudiantes extranjeros: ya se sabe que los de “otras culturas” suelen tener estándares morales más relajados que los nacionales (¿ha oído esto alguna vez el lector?).
En la enseñanza primaria y secundaria se ha generalizado el uso de ensayos y se ha animado a los alumnos a consultar internet, de modo que la cultura de “copiar y pegar” está ampliamente difundida cuando llegan a la Universidad.
“Todos lo hacen” y si yo no lo hago estoy en inferioridad de condiciones. Vieja excusa moral, que sigue en vigor…
Yo añadiría también la presión sobre los profesores, que deben dedicar muchas horas a la investigación (es la clave de su futuro y del de su universidad), lo que significa que prefieren los exámenes tipo test (más fáciles de corregir) y los ensayos (que también son más fáciles de corregir, por su presentación y por la ayuda de medios informáticos).
Furedi señala otro argumento, que me parece muy importante: el enfoque pragmático e instrumental de la enseñanza, en el que lo importante es tener un título que le dé entrada a uno en el mundo laboral, si es posible en una universidad de prestigio. La Universidad se concibe como una fábrica, y los estudiantes son los clientes. El producto no incluye valores como la integridad o la honradez; por tanto, los alumnos no “pagan” por tener esos “extras”: se limitan a jugar de acuerdo con las reglas que entienden que son las que rigen en ese “negocio”. Por eso Furedi se lamenta de que los alumnos no entiendan que están haciendo “algo mal” cuando copian sus ensayos: es la manera de hacer las cosas aquí, tal como nos las transmiten los políticos, los administradores de las universidades y los profesores.

Bien, pero, ¿qué podemos hacer? Cuando me entero de que los productos que vende mi supermercado tienen demasiados aditivos, o colesterol, o azúcar, busco otros mejores. La libertad de empresa permite que haya proveedores que presten atención a algo más que la cantidad y el precio. En el mundo de la educación superior es importante que las universidades, públicas o privadas, puedan seguir modelos diferentes. Lo que no siempre es posible, dada la legislación, los “rankings” y todo lo que rodea al mundo de la enseñanza superior. Bueno, ya se ve que tendremos que volver sobre este tema en otro momento.

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