Consumo precoz de porno y un ambiente familiar tóxico: factores clave de las violaciones que cometen menores

Nathalie Soriano Ruiz, Universidad Internacional de Valencia

En los últimos años hemos presenciado en España un incremento de las noticias sobre agresiones sexuales perpetradas por menores de edad. Según la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2019, hubo 564 menores condenados por agresión sexual y 1 370 por abuso sexual. Estos datos se refieren a adolescentes de entre 14 y 17 años, pues los menores de 14 son inimputables.

En la Memoria del año 2021, la Fiscalía advierte de un incremento de los delitos contra la libertad sexual cometidos por adolescentes, habiendo abierto 2 625 expedientes por esta causa, un 58 % más que en 2020.

En relación al perfil de los responsables menores de edad según el género, el informe sobre delitos contra la libertad e indemnidad sexual de 2021 de la Secretaría de Estado de Seguridad muestra que apenas existen victimarias mujeres: el 97,5 % de agresores y abusadores sexuales menores de edad son varones. No obstante, las mujeres destacan como víctimas.

Si analizamos este más que preocupante fenómeno podemos encontrar algunas razones que subyacen a las agresiones sexuales cometidas por parte de chicos menores de edad:

Iniciados en la pornografía a los 12 años

Según datos de Save the Children, en su informe del año 2020 llamado (Des)información sexual: pornografía y adolescencia, en el que se analiza el consumo de material erótico-pornográfico en menores de edad y las consecuencias de este en su desarrollo personal, la edad media de inicio de consumo de pornografía son los 12 años.

Esto se relaciona, a su vez, con el acceso temprano a internet y medios tecnológicos, como tablets y smartphones, que tienen los y las adolescentes, los cuales son actualmente un medio más de relación y socialización, y con los que se puede acceder a gran cantidad de pornografía gratuita.

Además, el contenido del material pornográfico es cada vez más violento y muestra unos roles de género patriarcales en los que las mujeres están sometidas a los hombres. De esta forma, se asumen como normales las relaciones de poder y los estereotipos dañinos y discriminatorios que muestra la pornografía y se erotizan prácticas violentas que los consumidores de porno van a poder desear llevar a cabo.

Así, la ausencia de educación afectivo-sexual convierte al porno en una parte básica de la sexualidad adolescente, y en él se encuentra una fuente de información que se consume sin análisis crítico de lo que se ve.

El consumo de este tipo de material erótico por parte de adolescentes que están comenzando a experimentar su sexualidad es especialmente problemático por la influencia que puede tener en el desarrollo de su deseo sexual.

Junto a estos motivos, se pueden encontrar otras razones relacionadas con el contexto familiar y social de los adolescentes, así como características de su personalidad.

No obstante, es importante saber que los menores agresores sexuales no son un grupo homogéneo, sino que hay distintos perfiles.

El perfil de los agresores

Estudios recientes que analizan el perfil de los agresores sexuales adolescentes nos muestran las siguientes características:

  • En un 96 % de los casos estudiados se ve un desarrollo inadecuado de la sexualidad, y este está relacionado con el inicio precoz en el consumo de pornografía en el 70 % de las ocasiones.
  • En una parte de los menores ofensores sexuales que compone la muestra del estudio (el 26 %) se constata la socialización en un ambiente familiar sexualizado.
  • En menor medida, pero igualmente reseñable, se detecta victimización sexual durante la infancia (es decir, haber sido víctima de abusos o agresiones sexuales), concretamente en el 22 % de los supuestos.

Además, podemos ver otras singularidades en los agresores sexuales adolescentes:

  • La agresión en ocasiones se vive como una actividad “de ocio” más con la que socializar con sus iguales en los casos en los que las agresiones se dan en grupo.
  • Hay una falta de empatía respecto a la víctima, que se traduce en una deshumanización de esta.
  • No es poco probable que se grabe la agresión sexual, lo que aumenta las consecuencias psicosociales negativas para la víctima.

Debemos tener en cuenta que, en contra de la creencia general, no siempre los actos del ofensor sexual juvenil vienen determinados por una personalidad con rasgos antisociales.

Prevención temprana

Al ser cada agresor sexual adolescente distinto, con diferentes perfiles y motivaciones, el tratamiento e intervención con estos tendrá que ser individualizado y diferenciado en función de la personalidad y características de cada menor. Además, debemos prevenir desde edades tempranas con un enfoque integral.

Es importante que desde las primeras instancias de socialización de las personas se fomenten una serie de herramientas personales que tengan capacidad de protección y prevención frente a la violencia.

Así, el desarrollo de capacidades de comunicación asertiva, empatía, capacidad del control de los impulsos, gestión de la emocionalidad, etc., junto con herramientas para generar vínculos interpersonales afectivos sanos y responsables, son la base para la prevención de las violencias, incluida la sexual.

Igualmente, se ha de proveer a los y las adolescentes de una educación sexual y afectiva de calidad que pueda contrarrestar los efectos negativos de la pornografía.

Nathalie Soriano Ruiz, Directora del Máster Universitario en Criminología: Delincuencia y Victimología, Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.