Confusión en el vestuario

Bradley (Chesea) ManningEl caso del soldado Bradley Manning, condenado a 35 años de cárcel por la filtración de documentos secretos a Wikileaks, ha dado un giro desde el momento en que ha manifestado su deseo de vivir como mujer e iniciar el tratamiento hormonal para cambiar de sexo.  De repente ya no se discute si es un traidor o un héroe, un abanderado de la libertad de información o un colaborador del enemigo. Lo que se debate en las redacciones de los medios de prensa americanos, en los blogs y en Twitter es si para referirse a él hay que utilizar los pronombres “he” o “she”, si hay que seguir llamándole Bradley o pasarse a  Chelsea, nombre que ha elegido para esta nueva etapa como mujer.

Los grupos pro gays aseguran que la prensa debería utilizar el pronombre femenino que es el que la soldado Manning prefiere; lo contrario sería un rechazo de los transexuales. Los medios periodísticos más políticamente correctos como el Huffington Post  han adoptado rápidamente el “she” para referirse a la nueva Chelsea. En el New York Times hay división de opiniones, pero reconocen que sería un factor de confusión para los lectores si de la noche a la mañana se cambiara el nombre y el sexo de la persona que está en el centro de una noticia importante como ésta. Otros no se han apeado del Bradley o se limitan a un neutro “Private Manning”. Habrá que reescribir los libros de estilo de las redacciones.

También ha cambiado el objetivo de los que defienden a Manning. Antes se trataba de defender su conducta como un servicio a la causa del derecho a saber del público. Ahora lo que se reivindica es el derecho de Manning a que el centro penitenciario le proporcione el tratamiento hormonal que pide. El Ejército ha dicho en un comunicado que su departamento de Prisiones “dispensa el mismo trato a todos los soldados con independencia de su rango, raza, etnia u orientación sexual”. Pero aclara que solo ofrecen ayuda sanitaria y psiquiátrica, no tratamiento hormonal ni cirugía de cambio de sexo”. Pero el abogado de Manning ya ha respondido que “si el centro penitenciario no hace lo correcto, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que se le obligue a ello”. La Administración Obama, tan atenta a los derechos de las minorías sexuales, podría dar una orden presidencial al respecto; pero, con su enfado por las filtraciones, es improbable que dé el paso.

De todos modos, por mucho tratamiento hormonal que reciba, será difícil que la imagen del soldado Manning que ha dado la vuelta la mundo  vaya a ser sustituida por la de una Chelsea, a la que pocos van a ver en 35 años.

Igualdad y fair play

Pero los transexuales –o transgender, como ahora prefieren llamarse– van haciéndose más visibles. En California el gobernador Jerry Brown, demócrata,  ha firmado a mediados de agosto la ley que permite a los estudiantes que se consideran transexuales utilizar los vestuarios, las instalaciones y participar en los equipos del género con el que se identifican, independientemente de cuál sea su sexo biológico.

Esta ley es un caso típico de cómo la ideología de género impone su yugo a la naturaleza, y un aviso para los que aún creen que no vale la pena oponerse a sus pretensiones ya que no afectan a las libertades de los demás. De entrada, la gran mayoría de los estudiantes de California que no se identifican como transexuales ven infringido su derecho a la intimidad, por el que podrían esperar no verse forzados a compartir los vestuarios, las duchas y dormitorios con miembros del sexo opuesto.

Si el respeto a la intimidad ya no cuenta, tampoco parece fair play que un equipo de baloncesto femenino tenga que competir con otro donde el pivot transexual les saca veinte centímetros de estatura y tiene una fuerza muy superior. Es curioso que, precisamente en una época tan preocupada por que ningún deportista saque ventajas por el dopaje, se considere un progreso esta especie de dopaje genético que se autoriza a los transexuales en California. Pues por mucho que ellos se sientan del otro  sexo su cuerpo no ha cambiado.

Con una seguridad que podría parecer ingenua, el portavoz del gobernador ha justificado la medida como “una oportunidad para que todos los estudiantes puedan participar plenamente y tener éxito en la escuela”. Pero cualquiera que haya visto cómo los chicos hacen los equipos de fútbol, puede estar seguro de que alguien que tiene las condiciones físicas de una chica va a tener pocas oportunidades en un equipo masculino. Es más probable que los chicos que quieren tener una ventaja competitiva se unan a equipos femeninos, pero esto tampoco significa que vayan a ser bien vistos por sus compañeras. Así que cabe poner en duda que los estudiantes con problemas de género se sientan mejor acogidos a partir de ahora.

Pero la ortodoxia de género queda a salvo, aunque el derecho a la intimidad y el deporte salgan perdiendo.

El Sonar

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