Cómo ser una mamá cruasán

Tal y como reza la contraportada del libro “Cómo ser una mamá cruasán”, cuando la periodista nortemericana Pamela Druckerman se muda a vivir a París y nace su bebé, no aspira a convertirse en una mamá a la francesa. Nunca se había imaginado que el modo en que los franceses crían a sus hijos fuese especialmente digno de admiración. Sin embargo, la autora observa que los niños del país vecino se comportan educadamente en los restaurantes y comen de todo, duermen toda la noche desde los cuatro meses, no gritan ni piden cosas constantemente y saben jugar solos mientras sus padres los observan a distancia o charlan con sus amistades.

¿Cómo es posible? ¿Cuál es el secreto?
Druckerman explica a ABC las claves de una sociedad que, a su juicio, está compuesta por pequeños gastrónomos dormilones y progenitores razonablemente relajados. Estos son el resultado de las investigaciones que ha hecho sobre la educación que dan las mamás francesas a sus bebés, la imposición de reglas, y sobre cómo inculcan la virtud de la paciencia. En realidad, es toda una obra donde se compran constantemente el sistema francés al americano, como dos formas muy distintas de entender la pediatría.

Su libro es, sobre todo, una guía de crianza con mucho humor. ¿Qué podemos aprender de él?
La forma de educar al niño con límites pero dentro de la afectividad, con conexión y apego, enseñándole a la vez a gestionar la frustración. Esto último es, a mi juicio, lo último en pediatría.

Su libro es una constante contraposición de la pediatría europea frente a la norteamericana, ¿cuáles son las principales diferencias entre ambas?
Los padres y madres franceses tienen una visión más serena de las cosas. En la cultura norteamericana el niño es el centro de todo y no hay espacio para los padres. Tanto que en Estados Unidos muchas veces nos encontramos con casos de dedicación total de la madre a su hijo, periodos de largas lactancias donde se obvia las guarderías, etc.

¿Esta usted diciendo que la clase media estadounidense tiene un problema con el cuidado de los hijos?
No creo ser yo la primera en decirlo. Existen cientos de libros y artículos que diagnostican, analizan y califican este problema de forma minuciosa: sobreprotección, hiperprotección, “padres helicóptero y mi designación favorita: “infantarquía”. Un autor describe el fenómeno como aquella situación en la que “sencillamente se presta más atención a la crianza de los hijos de la que a estos les conviene.

¿Qué opina, entonces, sobre el libro clásico norteamericano de pediatría, el método del “Doctor Spock”?
En Estados Unidos hace mucho que no nos basamos en este libro. En Francia tienen otra gurú de la pediatría llamada Francois Doltó, y su mensaje es totalmente distinto. Spock dice que los bebés y los niños lo entienden todo, y que hay que tratarles como personas que pueden llegar a aprender solas a dormirse, por ejemplo. Doltó sin embargo habla de que el bebé tiene que aprender que forma parte de la vida de la familia, pero lentamente, con cariño y con dulzura. También señala que el bebé debe saber la verdad de las cosas. Por ejemplo si te vas de casa no puedes desaparecer de pronto, tienes que decirle a tu pequeño: “vuelvo dentro de dos horas”. También habla de que el bebé necesita tener un cierto orden en la vida, no perfecto, pero sí que sea claro.

En su obra asegura que los niños franceses comen pescado, verduras… ¿Cómo lo hacen?
En Estados Unidos es muy común hacer comida diferente para el niño durante los primeros años (básicamente macarrones y pasta), y dárselo todo mezclado en el mismo plato. En Francia no, toda la familia come el mismo menú, y lo dividen entre un primer y un segundo plato. Así les dan a probar verduras y, si los pequeños no las toman en una primera vez, no les obligan a comérselas, pero se las vuelven a presentar una segunda, tercera y cuarta vez, hasta que las prueban. Su idea es que ”no hay que comer todo, hay que probar de todo”. Un alimento nuevo sólo puede llegarles a gustar si lo prueban. Se me ocurre que, si no les gusta el brocoli, podemos ofrecérselo una vez por semana una vez frito, otra vez con pizza… Los franceses piensan que a comer uno aprende gradualmente, y que es su responsabilidad como padres enseñar a sus hijos este gran placer, que hace mucho más ricas sus vidas.

Usted en su libro dice que en Francia muchos bebés empiezan a dormir la noche entera de un tirón a los dos o tres meses de edad, ¿cuál cree que es el secreto?
Los padres franceses no dejan llorar mucho tiempo a sus bebés, pero sí esperan un ratito para ver si estos pueden conectar una fase del sueño con otra. De esta manera, aprenden por ellos mismos a enganchar los distintos ciclos de sueño por los que todos los seres humanos pasamos durante la noche. El padre o madre norteamericanos por lo general entran en el cuarto del bebé al primer lloro, interrumpiendo así al pequeño, que no puede aprender por sí mismo a volverse a dormir de forma natural.

¿Qué ha descubierto usted sobre la forma que tienen las mamás cruasán de imponer límites y dar autonomía a los pequeños?
En todos estos años lo que he podido observar es que en Francia se les da más autonomía, más responsabilidad y libertad a los niños, y ellos se sienten bien con esta confianza de los padres.
¿Se queda usted, definitivamente, con la educación francesa, frente a la norteamericana?
Tanto en Francia como en Estados Unidos hay cosas que funcionan bien, yo sólo he puesto en perspectiva dos culturas. Es interesante ver qué cosas hacen otras sociedades, pero no todo es perfecto. Al final, supongo que hay que mezclar las ideas que a uno le parezcan más sensatas