Cómo no acabar con la violencia machista.

Blog Antonio Argandoña.Con la violencia machista, y con el bullying, y con tantas otras aberraciones morales de nuestros días, también en nuestras empresas. No se acabará con cursillos y seminarios, ni con leyes y penas.

La primera medida es llamar a las cosas por su nombre: eso son faltas éticas, algunas de gran importancia. Pero, claro, si las llamamos faltas éticas, y no solo delitos o faltas o violaciones de una ley, entonces hemos de suponer que hay normas que no están incluidas en la ley, sino que van más allá. Y, claro, eso no cuadra con un postulado, frecuente en nuestra sociedad: que nadie tiene derecho a establecer las normas de mi conducta. Bueno, me dirá el lector, pero si mi conducta es antisocial, como en los casos señalados antes, ¿no hace falta algo más? Sí, claro: la ley. ¿Y si la ley no es suficiente? Pues… más ley, y policías, y jueces, y penas… Todo antes de reconocer que hay algunas normas que yo he de obedecer aunque la ley no lo diga. Entre otras cosas, porque lo que ahora llamamos ley es lo que resulta de la voluntad de un parlamento o un gobierno, pero que no tiene por qué obedecer a esas reglas superiores que, claro, no existen, porque contrarían mi autonomía…

La segunda provisión es reconocer que las personas no vivimos en un vacío moral, sino que nuestra manera de comportarnos determina, en buena medida, nuestra conducta. Aquí aparece una concepción equivocada de la ética, muy frecuente también en el mundo de la empresa. Una persona se encuentra ante una decisión. Para tomarla necesita saber lo que es adecuado o bueno en ese caso. Una vez que lo ha decidido, actúa y ya está. No importa que sea un mentiroso de libro de texto: en cada caso puede decidir decir la verdad, o no, a su voluntad, dependiendo, como ya dijimos, de la ley o de lo que a él le parezca adecuado. Y lo mismo pasa si es un obseso sexual, o un individuo agresivo con sus compañeros de estudios o de trabajo: en cada caso, puede elegir lo que él decida que hay que hacer. La moralidad de una acción no depende de la conducta previa de esa persona.

Pero hay unas cuantas versiones de la ética que dirán que esto no es posible, que la persona forja su carácter moral con sus decisiones, adquiere sus hábitos (virtudes o vicios), forma su conciencia de acuerdo con esto, entiende la realidad de acuerdo con esto, no le resultará fácil entender la realidad de otra manera, no será capaz de tomar verdaderas decisiones morales que no coincidan con su carácter, no tendrá fuerza de voluntad para ponerlas por obra… La ley y los jueces son solo un componente más de su decisión, que viene gobernada por su carácter, por su manera de ser. Y los cursos y seminarios sobre moral no le cambiarán, porque los hábitos se forman con conductas, no con conocimientos.

Para no incurrir en abusos sexuales no basta conocer lo que dice la ley, o que esto causa molestias importantes a las personas agredidas, o que esto está mal visto por la sociedad. Lo primero es reconocer la dignidad de la otra persona, lo que no es posible si uno no tiene un gran respeto por su propia dignidad. Quizás deberíamos empezar por aquí, ¿no? Más policías y teléfonos para denunciar las agresiones están bien, sobre todo porque ahora ya hay muchas personas que no son capaces de cambiar su manera de actuar con los demás. Pero, como decía Einstein, “una locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

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