Se espera que el próximo junio el Tribunal Supremo de EE.UU. dé su sentencia definitiva sobre el matrimonio gay. Con este motivo, Katy Faust, que fue criada por una pareja de lesbianas y hoy es madre de cuatro hijos, escribe una carta abierta al juez Anthony Kennedy, que suele mantener posturas ambivalentes y cuyo voto puede ser crucial en una decisión ajustada. La carta fue publicada en Public Discourse (12-03-2015).
Aceprensa.-Faust reconoce que le “es muy difícil hablar sobre este asunto, porque amo a mi madre, tal como muchos de nosotros, hijos de parejas homosexuales, las queremos, a ellas y a sus parejas. Usted no habrá oído mucho sobre nosotros porque, según la prensa, es imposible que podamos amar a nuestros padres homosexuales y oponernos al matrimonio homosexual. Muchos son de la opinión de que yo no debería existir. Pero existo, y no soy la única”.
Este debate, dice Faust, no tiene que ver con la discriminación ni con el sufrimiento emocional de la comunidad homosexual. “El debate tiene que ver con los hijos” y “me gustaría explicarle por qué pienso que redefinir el matrimonio serviría realmente para privar a esos chicos de sus derechos fundamentales”.
El bienestar de los niños
“El Congreso fue claro en 1996, cuando tramitó la Ley de Defensa del Matrimonio y declaró que la sociedad civil está interesada en mantener y proteger la institución del matrimonio heterosexual porque tiene un profundo y duradero interés en incentivar la procreación responsable y el cuidado de los hijos. Dicho llanamente: el gobierno tiene un interés en el matrimonio porque tiene interés en los niños”.
El centro del debate sobre el matrimonio no tiene que ver con los sentimientos de la comunidad homosexual, sino con el interés de los hijos
Ciertamente, advierte Faust, “no hay diferencia entre el valor de una persona heterosexual y el de una homosexual. Todos merecemos igual protección e iguales oportunidades. Sin embargo, cuando se trata de la procreación y el cuidado de los hijos, las parejas del mismo sexo y las de sexos opuestos son totalmente desiguales y deben ser tratadas de modo diferente por el bien de los niños”.
“Cuando dos adultos que no pueden procrear quieren criar juntos a unos niños, ¿de dónde vienen estos? Cada hijo es concebido por una madre y un padre a los que él tiene un derecho natural. Pero cuando un niño es colocado en un hogar homoparental, perderá al menos una relación parental crítica y la influencia vital de los dos géneros. Sea por adopción, divorcio, o por reproducción por terceros, los adultos satisfacen de este modo los deseos de su corazón, mientras que los niños cargan con el mayor peso: el de perder a sus padres biológicos, o a uno de ellos”.
“Hacer políticas que intencionadamente desposean a los hijos de sus derechos fundamentales, es algo que no deberíamos apoyar, incentivar o promover”.
Las voces de los hijos
“Cuando usted enfatizó cuán importantes son las voces de los niños criados por parejas homosexuales, probablemente esperaba una respuesta diferente. Podía esperar que los hijos de uniones homoparentales solo tuvieran hermosas palabras para decir que sus familias son como todas las demás.
“De hecho, yo misma he actuado así Recuerdo cuántas veces repetí mi discurso: ‘Me alegro de que mis padres se divorciaran porque así pude conocer a todas ustedes, maravillosas mujeres’. Las mujeres del círculo de mi madre se asombraban de mi madurez, de mi sofisticación. Era lo que querían escuchar”.
“Hoy me sobrecojo cuando lo recuerdo, porque era mentira. El divorcio de mis padres fue el suceso más traumático de mis 38 años de vida. Aunque yo quería a mi madre, a su pareja y a sus amigos, lo hubiera cambiado todo por tener a mi madre y a mi padre viviendo y queriéndome bajo el mismo techo. Ahora que soy madre, veo con claridad las hermosas diferencias que mi esposo y yo aportamos a nuestra familia. Veo lo sano y completo que es que mis hijos tengan a sus dos padres viviendo con ellos y amándolos. Veo cuán importante es el papel de su padre, y cuán irreemplazable soy como madre. Desempeñamos roles complementarios en sus vidas, y ninguno de los dos es prescindible”.
El progenitor perdido
Katy Faust pide al juez Kennedy que hable con algún hijo de padres homosexuales, especialmente aquellos lo suficientemente mayores para reflexionar sobre sus experiencias. “Si le pregunta a alguno, criado por una pareja lesbiana, si quiere a sus dos mamás, probablemente escuchará un sonoro ¡sí! Pregúntele entonces por su padre, y topará con un profundo silencio, o bien con una nostalgia devastadora, o con el reconocimiento de que tenía un padre al que le hubiera gustado ver más a menudo. La única cosa que no encontrará es indiferencia”.
“¿Cuál es su experiencia con hijos de padres divorciados, o que han sido fruto de una reproducción subrogada, o víctimas del abandono? ¿No les importa haber perdido a su padre? ¿Nunca se desvelaron por la noche preguntándose por qué sus padres los abandonaron, cómo son, o si quieren a sus hijos? Por supuesto que sí Estamos hechos para conocer a nuestros dos padres y ser conocidos por ellos. Cuando uno de ellos se pierde, deja una herida perdurable”.
“Los que se oponen dirán que hay estudios que concluyen que a los hijos de hogares homoparentales les va ¡incluso mejor! que a los de hogares biológicos intactos. Dejemos al margen los problemas metodológicos de esos estudios y pensemos por un momento. Si para la ciencia social es indiscutible que los niños sufren mucho cuando son abandonados por sus padres biológicos, cuando estos se divorcian, cuando uno de ellos muere, o cuando ellos mismos son concebidos por donantes, ¿cómo puede ser posible que se sientan milagrosamente ¡incluso mejor! cuando son criados en hogares homoparentales?
“Cada niño criado por ‘dos mamás’ o ‘dos papás’ llegó a ese hogar a través de uno de esas cuatro traumáticas vías. ¿Acaso ser criado bajo el arco iris barre milagrosamente todos los efectos negativos y el dolor que rodea la pérdida y la ausencia de uno de los dos progenitores?”.
El interés del gobierno
“Como muchos estadounidenses, estoy a favor de que los adultos tengan la libertad de vivir como les plazca. Me opongo inequívocamente a criminalizar las relaciones homosexuales. Solo que definir correctamente el matrimonio no criminaliza nada. Y el interés del gobierno en el matrimonio tiene que ver con los hijos que solo pueden nacer de una relación entre hombre y mujer. Redefinir el matrimonio redefine la paternidad, y nos mueve más allá de nuestra filosofía de “vive y deja vivir”, hacia un terreno en el que nuestra sociedad promueve una estructura familiar en la que los hijos siempre saldrán perdiendo”.
¿Hemos llegado realmente a un tiempo en el que pretendemos institucionalizar la desprotección del derecho natural del menor a un padre y una madre, para dar por buenas las emociones de los adultos?