Cansados de vivir

La sociedad moderna está acostumbrada a tratar los problemas antropológicos con soluciones técnicas. A cada malestar humano, su pastilla. No se trata el origen del mal, pero se amortiguan sus consecuencias. El final de la vida no es una excepción. Ante los complejos problemas que rodean la muerte, la solución técnica es la eutanasia, la inyección letal que clausura el proceso.image

De entrada, la eutanasia se justifica por la necesidad de evitar dolores intratables que impedirían “morir con dignidad”. ¿Quién no desea evitar el sufrimiento? Pero poco a poco se abre también camino la necesidad de evitar el dolor psíquico de quien no es un enfermo terminal, pero que ya no encuentra sentido a su vida.

Esto es cada vez más común. Un estudio hecho en la Universidad de Berna ha analizado 1.301 casos de suizos que entre 2003 y 2008 han recurrido al suicidio asistido con la ayuda de tres organizaciones que apoyan este “derecho a morir”. La acción de estas organizaciones está facilitada por el hecho de que el Código Penal suizo estipula que la cooperación al suicidio, “sin motivos egoístas”, no es delito.

Los datos muestran que la mayor parte de las personas que escogen morir es porque sufren cáncer o enfermedades que afectan al sistema nervioso. Pero, a pesar de que estas asociaciones solo admiten en teoría a personas que están aquejadas de una enfermedad terminal, sufrimientos intolerables o una severa discapacidad, en el 16% de los certificados de defunción no se menciona ninguna enfermedad. Y en un estudio de dos de estas asociaciones –Dignitas y Exit Deutsche Schweiz–, en el 25% de los casos la persona no sufría una enfermedad mortal. Los autores concluyen que “el cansancio de vivir puede ser una razón cada vez más común para que la gente pida el suicidio asistido”.

Los partidarios de la eutanasia dirán que esa razón es tan válida como otras para renunciar a la vida. Pero también deberían reconocer que cuando se trata de legalizar la eutanasia se aducen casos extremos de deterioro físico, no personas simplemente cansadas de vivir.

Frente al cansancio de vivir, el suicidio asistido es la solución derrotista. La solución digna y humana es proporcionar ayuda y acompañamiento para aceptar esa etapa final de la vida. Pero esto es más difícil y costoso que una inyección. Requiere tiempo, recursos médicos, compañía frente a la soledad, algo que ni incluso en las sociedades ricas está garantizado.

La situación al final de la vida depende también mucho de cómo se haya vivido. Datos del mismo estudio ponen de relieve la situación afectiva y las convicciones personales de los que eligen morir. Según el estudio, la tasa de los que recurren al suicidio asistido es mayor entre las personas solas y los divorciados que entre los casados y con lazos afectivos estables. Asimismo, entre los ateos la decisión de morir es seis veces superior a la de los católicos. La afiliación religiosa parece ser una razón poderosa para encontrar sentido a la fase final de la vida.

El estudio pone de relieve que la petición de eutanasia está motivada a menudo no tanto por la enfermedad como por la soledad, el abandono y la pérdida de sentido. Problemas que solo pueden ser afrontados por una comunidad capaz de sostener una vida frágil, y no con un gesto de muerte.qa

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