Publicado el 07/10/2014
Matrimonio ancianoHace tiempo que venimos oyendo hablar del “gen de la infidelidad”. Según algunos investigadores, la tendencia de ciertos hombres a ser infieles les viene dada por la presencia del alelo 334 en su estructura genética. Un alelo es una forma alternativa de un gen que codifica para una característica en común y parece que este en concreto está presente en aquellos varones más propensos a la infidelidad. El estudio, realizado con diferentes parejas heterosexuales, concluyó que aquellos hombres con el alelo 334 mantenían lazos menos fuertes con sus parejas y habían sufrido más crisis en sus relaciones que aquellos que no lo tenían.
Otro estudio, realizado ahora en España por el instituto IPSOS, detecta que un 35% de hombres y un 26% de mujeres reconocen haber sido infieles a su pareja. Y, aunque la inmensa mayoría (un 83%) cree que es posible mantenerse fiel a una persona toda la vida, paradójicamente un 65% considera que se puede estar enamorado de dos personas al mismo tiempo (noticia).
Parece, pues, que la fidelidad no lo tiene nada fácil, ya lo decía Woody Allen con su habitual ironía: “Hoy en día la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido”. Sin embargo, es esencial su presencia para que el amor cumpla su vocación de “para siempre”. ¿Cómo es posible que le pidamos alta fidelidad a un aparato electrónico y no a las relaciones de pareja, por qué afinamos tanto en lo superfluo y nos relajamos en lo importante, para qué tanto cuidado de las cosas materiales si descuidamos las personales?
Así como de un equipo de sonido que responde a nuestras expectativas decimos que es de alta fidelidad, de la misma manera, un matrimonio conforma un equipo de alta fidelidad por la razón de que ser fiel es la respuesta que damos al amor. Cuando nos comprometemos con una persona, el amor pone su principal condición: nos exige ser fieles, y es tajante.
Una pareja comprometida en el amor ha de ser un equipo de alta fidelidad y ha de luchar por mantenerla. Es fácil si se ama mucho y si se ponen los medios para no hacer tonterías, porque por muy buen equipo de música que tengamos, si le insertamos un disco rayado, no sonará bien, es más, cuanto mejor sea el reproductor más se notará el desperfecto. En la pareja, esa fina sensibilidad se consigue a base de trasparencia, a base de un diálogo íntimo y continuado donde no haya sombras ni pliegues y que esté regido por la confianza, esa virtud recíproca que se recibe cuando se da.
A pesar de la existencia del alelo 334 y de la insistencia de los datos estadísticos, la fidelidad está en la misma estructura genética del amor humano cuando se quiere de verdad y se lucha por un proyecto de felicidad compartida.
Puede que la fidelidad sea otra virtud en crisis, pero es la más deseada y la que más necesitamos, porque sabemos que se parece tanto a felicidad que muchas veces se confunden. Y no sin razón, porque la clave de una pareja feliz es que se convierta en un equipo de alta fidelidad.