Adolescencia prolongada

No resulta difícil constatar que de un tiempo a esta parte la adolescencia dura más: se ha acelerado su inicio y se ha retrasado su final
No resulta difícil constatar que de un tiempo a esta parte la adolescencia dura más: se ha acelerado su inicio y se ha retrasado su final
Familia actual.-Acprensa.-No resulta difícil constatar que de un tiempo a esta parte la adolescencia dura más: se ha acelerado su inicio y se ha retrasado su final. Curiosamente una cosa ha llevado a la otra. Los cambios de hábitos sociales y familiares por una parte empujan al niño hacia la adolescencia y, por otra, lo retienen en ella.

El precoz acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación o la menor presencia de los padres en el hogar, unida a un mayor permisivismo, son algunos de los motivos que hacen que muchos niños sean adolescentes antes de tiempo. Del mismo modo, la propia sociedad infantilizada, que además se ve incapaz de ofrecer responsabilidades a los jóvenes, junto con un estilo familiar proteccionista que tiende a diluir las obligaciones de los hijos, son algunas de las razones que pueden explicar que la adolescencia, como dicen algunos expertos, se retrase hasta los 27 años.

En concreto, este dato lo aportan los psicólogos Fabia Morales, Urbano Lorenzo y Elisa Camps de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Este equipo ha elaborado un cuestionario (llamado Psymas) que intenta medir el nivel de madurez de los adolescentes. Se trata de una adaptación a la realidad de nuestro país del modelo Greenberger, utilizado en Estados Unidos especialmente en juicios en los que están implicados menores.

El test Psymas está ya comercializado para uso tanto en institutos, como en ámbitos judiciales o médicos. Los resultados proporcionan una medida global de la madurez psicológica de los adolescentes y establece tres subescalas: Orientación al Trabajo, que mide el nivel de responsabilidad, disciplina, orden y sentido del deber; Autonomía, que evalúa la predisposición a tomar la iniciativa; e Identidad, en la que valora el autoconocimiento.

Una persona comienza a salir de la adolescencia cuando esas tres escalas denotan un nivel madurativo suficiente; por ejemplo, asume responsabilidades, es más autónomo, imaginativo y creativo, se interesa por otras formas de pensar, tiene una identidad consolidada y mayor estabilidad emocional. Como consecuencia de la madurez, el joven que deja atrás la adolescencia tiene menos propensión a experimentar emociones negativas como la ansiedad, la inseguridad o la tristeza.

En las pruebas de validación del test, sus autores detectaron un leve progreso madurativo entre los 22 y 23 años, pero aseguran que el gran salto no se registra hasta los 27. “Hay jóvenes –concluye Urbano Lorenzo– que realmente tienen un baño de realidad, pero la mayoría de los que se sometieron al test siguen viviendo con sus padres, viven entre algodones y están infantilizados”. Por eso, su colega, la psicóloga Fabia Morales, afirma que “hasta los 27 años no se detecta un cambio de actitud importante”.

Los autores del test Psymas afirman que la madurez psicológica depende de numerosas variables, como el desarrollo cerebral de cada persona, los factores sociales y del entorno familiar o las propias experiencias. Pero quizá la barrera más acusada que encuentran los adolescentes para llegar a la madurez sea la falta de oportunidades que les niega la sociedad y la familia. A los padres nos cuesta ceder espacios de responsabilidad a nuestros hijos y, sin darnos cuenta, los tratamos como a niños cuando ya no lo son.

Una sociedad que no madura hasta los 27 años es una sociedad demasiado inmadura. No nos extrañe, pues, encontrar comportamientos adolescentes en personas que dejaron de serlo hace mucho tiempo. Dos ejemplos, desde que Dan Kiley publicó El síndrome de Peter Pan (1983), algunos psiquiatras y psicólogos vienen hablando de una sociedad cada vez más infantil, y sociólogos, como Gilles Lipovetsky, califican nuestra época como neo-narcisista (La era del vacío, también publicado en 1983).

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