El pasado 15 de Junio se cumplieron 1700 años del Edicto de Milán, que estableció la libertad de culto para el Imperio Romano. Hoy se debate en muchos países del mundo el “derecho a la libertad religiosa” que, después del derecho a la vida, es considerado el más importante de los auténticos derechos humanos. Muchos millones de personas en el mundo son discriminadas por sus creencias. Se estima que más de 200 millones de cristianos sufren por su fe, siendo muchos los que están sufriendo la violencia e incluso el asesinato. Cada cinco minutos un cristiano es asesinado por su fe. Cada año 105.000 cristianos en el mundo son condenados al martirio. Un verdadero holocausto del que se habla muy poco. Otros 150 millones de cristianos más, sufren otras formas de opresión como la discriminación y restricción de la práctica religiosa. Les siguen en número las discriminaciones hacia musulmanes y en tercer lugar hacia judíos, aunque sólo cuenten con un 1% de la población mundial.
El Edicto de Milán se promulgó tras una fuerte persecución contra los cristianos. Constantino había sido elegido emperador en Occidente y, después de derrotar a Magencio, se reunió en Milán con el emperador de Oriente, Licinio. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de Milán” (aunque probablemente no existió un edicto físico como tal) el resultado fueron dos acuerdos. El primero fue el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos romanos, (reconociéndose explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad). El segundo acuerdo fue la restitución a los cristianos de sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscadas por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la última persecución.
Lejos de atribuir al cristianismo un lugar prominente en el imperio, el edicto parece más bien querer conseguir la benevolencia de creencias, pues Constantino era pagano. En cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión oficial del Imperio y el edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos derechos que los otros ciudadanos. Siguiendo ese edicto, Constantino propuso la convocatoria de un Concilio en Nicea, para tratar de terminar con las disputas religiosas entre ciudadanos del imperio, que habían provocado los arrianos contra los cristianos. Sólo al final de su vida en el lecho de muerte, pidió ser bautizado.
Aún hoy en muchos lugares del mundo el laicismo es entendido como ausencia de religión y no como pluralidad de ellas, como sabiamente estableció Constantino, consiguiendo la paz interna del imperio.