Se acerca la Navidad. Abriremos las puertas de nuestro hogar a unas fiestas en origen entrañables, familiares y trascendentes pero desvirtuadas actualmente por nuestras ansias de tener y acumular. ¿Acabarás estas Navidades sintiéndote vacío y con la sensación de no haberlas sabido aprovechar? ¿Con la habitación de tu hijo llena de juguetes que no sabes dónde guardar? ¿Con la satisfacción de tu hijo por haber conseguido ese fantástico juego de ordenador, brutal y cruel, que provocará un año más conflictos entre vosotros?
En algún momento te tienes que cuadrar ante este desaforado consumismo que no solo invade nuestro bolsillo sino nuestras mentes y las de nuestros hijos. ¡Y nuestros valores! La Navidad nunca debería ser lo que la televisión y los catálogos de regalos se empeñan en conseguir: un oneroso y especulativo tiempo de gasto compulsivo donde nosotros nos dejamos manipular por nuestros hijos que, a su vez, son manipulados por estas influencias sutiles.
Regala con inteligencia:
Cuanto más tienen, más fácil es que lo valoren menos. Si lo que pretendes es conseguir que tu hijo disfrute de los regalos, no le des todo lo que pide. Llega un momento que su capacidad de atención sobrepasa su umbral y ni disfrutan ni son capaces de valorarlos. Prioriza y contrasta con tus objetivos educativos. No les ayudes a confundir capricho con necesidad.
Si regalas tecnología (móviles, ordenadores…), no te olvides de regalar también las normas de uso.
No compres nada que no esté dentro de tus principios educativos. Que año tras año te pida ese superregalo no quiere decir que “oque comprárselo esta Navidad. Ni porque lo tienen todos, ni “porque cada año lo pido y no me lo traen… Compláceles si es posible y bueno para ellos.
Pregúntate qué es lo que en realidad desearía tu hijo y por qué. ¿Ha de ser ese móvil o para sus necesidades puede ser otro más sencillo? ¿Qué tal ese cursillo que te pidió hace tiempo, que es bueno para él pero que ya lo ha olvidado? ¿Qué tal una actividad conjunta para toda la familia? Pregúntate que te pediría tu hijo, que no sea material, si pudiera escribirte una carta desde el corazón. ¿Más tiempo contigo? ¿Palabras más cariñosas? ¿Más comprensión? Si te has contestado estas preguntas, ya sabes lo que deberían traerle los Reyes Magos a tu hijo.
Tu hijo no se traumatizará si los Reyes Magos no le traen los regalos que esperaba con tanta ilusión. Le molestará pero sobrevivirá. ¡No lo sientas tú más que él!
Si no hay dinero para comprar lo que pide, no hay dinero. ¡Y punto! Acostumbrar a nuestros hijos a pasar con lo que se tiene ya es el mejor regalo que les podemos hacer. La educación en la sobriedad ayuda a educar en el ser y no en el tener. Estrújate el cerebro y sorpréndele con cosas que no cuestan dinero pero que llenan el corazón.
No hagas regalos para compensar. No te dejes llevar por tus emociones a la hora de elegir los regalos para tus hijos. No compres porque te sientes culpable, porque quieras compensar ausencias u otros comportamientos (o no comportamientos). Eso se arregla de otra manera.
Lo que ellos piden para Reyes no siempre es lo que más les conviene. No tires tu dinero: regala solo aquello que de alguna forma les haga mejor.
Papel y lápiz para hacer la carta de los Reyes Magos. Compra solo aquello que has meditado y que has escrito en tu lista. Evitarás improvisar y dejarte arrastrar por el torrente publicitario. A ellos les manipula la publicidad pero a los padres…¡también!
Habla con tus hijos de lo que han pedido en su carta. No todos los regalos que piden son posibles (por presupuesto, por utilidad, por valores, por edad o madurez, etc). Los niños se ilusionan con todo por lo que podemos aprovechar esa capacidad de entusiasmo para sugerirles otras alternativas más enriquecedoras.
Una Navidad en la que no se piense en los demás, es una Navidad pobre. Tus hijos TAMBIÉN deben regalar a los demás, tengan la edad que tengan, y no necesariamente con regalos materiales.
Navidad es sinónimo de familia. Dedica un tiempo a saborear lo que tienes, a valorar lo que has construido a lo largo de los años con tanto esfuerzo, a lo que creaste de la nada. El regalo ya lo tienes y es tu familia. Regálate tiempo y perspectiva para disfrutar de ella.