Discriminación prenatal por razón de sexo Blog El Sonar

Lo peor que le puede ocurrir a una defensora de los derechos reproductivos no es que el aborto esté prohibido. La mayor frustración es que el aborto sea libre… pero se utilice para evitar que nazcan niñas.

El aborto selectivo por razón de sexo ha sido y sigue siendo una plaga en China, India y otros países asiáticos. La preferencia por el varón, aliada con la ecografía que permite conocer el sexo del feto, ha sido mortífera para las niñas, hasta el punto de provocar un desequilibrio de sexos que se presenta ya como un grave problema demográfico.

Pero el fenómeno no se reduce a Asia. También está ocurriendo lo mismo en países del Cáucaso, y en concreto en Armenia, según cuenta un reportaje en The Guardian. Armenia es un país de cultura cristiana, de solo 3 millones de habitantes, que ha debido luchar en la historia para asegurar su supervivencia frente a matanzas y deportaciones. Sin embargo, ahora se enfrenta a un peligro creado por los propios armenios. El descenso de la fecundidad y el aborto selectivo por sexo están provocando un déficit de nacimientos de niñas. El pasado año la proporción era de 110 niños nacidos por cada 100 niñas. Pero hay zonas del país donde el desequilibrio llega a ser de 120 niños por 100 niñas. Cada año se pierden 1.400 niñas y, si la tendencia no cambia, serán 93.000 mujeres menos para 2060.

Las razones de la preferencia por el hijo varón son las tradicionales. Las niñas crecen, se casan y se van con la familia del marido. Los niños aseguran la permanencia del linaje y son una inversión para el sostenimiento en la vejez. Es verdad que también ha cambiado la situación de las mujeres, que hoy día participan activamente en la vida profesional. Pero eso no ha alterado por el momento el deseo de asegurar la descendencia masculina.

Cuando los armenios tenían más hijos eran más acogedores con las niñas. Pero la tasa de fecundidad ha ido bajando desde 2,5 hijos por mujer en los años 1980 a 1,5 hijos en la actualidad, y al tener menos, quieren chicos. Y con el aborto a petición hasta las 12 semanas –una herencia de la época soviética–, no hay que dar explicaciones.

El gobierno intenta cambiar la tendencia con campañas para revalorizar a las niñas y hacer ver que sin ellas no puede asegurarse el futuro. ¿Con quién se casarán nuestros hijos? En 2016 el gobierno prohibió el aborto por selección de sexo, en respuesta a las presiones del Fondo de Población de la ONU, que en este caso no tiene inconveniente en limitar los “derechos reproductivos” de la mujer. La ley obliga también a un periodo de reflexión de tres días antes del aborto, para que la mujer sea informada sobre las consecuencias de la intervención.

Pero cualquier restricción al aborto inquieta a los activistas de los derechos de la mujer. Esta ambivalencia entre el deseo de que se respete la vida de las niñas y la defensa del aborto libre se observa en opiniones recogidas en el reportaje del Guardian. Vahan Asatryan afirma que lo decisivo es cambiar las raíces culturales y sociales que llevan a preferir al hijo varón. El asunto no es estar a favor o en contra del aborto. El aborto, asegura, es solo el “mecanismo” por el que ocurre la selección de sexo.

Es decir, parece que no habría motivos para preocuparse si el número de vidas eliminadas por el aborto se distribuyera equitativamente entre ambos sexos. Lo importante es la igualdad.

Sin duda es necesario cambiar las actitudes sociales que llevan a minusvalorar la vida de las niñas. Pero no menos importante es cambiar el “mecanismo” del que este desprecio se sirve. Al menos, eso es lo que hacemos cuando se trata de arreglar otros problemas. Para combatir el fraude fiscal, se hacen campañas para concienciar al contribuyente de que el pago de los impuestos contribuye al bienestar social. Pero también se procuran tapar los agujeros legales que favorecen la evasión fiscal.

En cambio, algunas quieren que la mujer pueda abortar libremente, pero que no interrumpa su embarazo por motivos que a su juicio son condenables, como la preferencia por el varón. Pero, para una madre de Armenia, el hecho de que espere una niña puede ser un inconveniente mucho mayor que un embarazo no deseado en Occidente por motivos laborales, económicos, o sentimentales. Y si lo que se defiende es el derecho a decidir sin alegar causas, ¿por qué los motivos de una armenia no han de valer tanto como los de cualquier otra? Y si en otros países se permite utilizar la selección de sexo en la FIVET también por motivos de “equilibrio familiar”, ¿por qué no reconocer la misma necesidad en el caso del aborto?

Puestos a buscar apoyos en favor de las niñas no nacidas, las defensoras de los derechos de la mujer han recurrido incluso a la Iglesia. Uno de los más curiosos detalles del reportaje del Guardian se refiere a una psicóloga que imparte una charla en el seminario Gevorkian en Vagharshapat, donde dice a los futuros sacerdotes: “La palabra es vuestra arma” y les recuerda textos de la Biblia que subrayan el respeto por las mujeres. Parece que en este caso no está mal visto que los clérigos sermoneen a las mujeres y utilicen su influencia para convencerlas de que respeten el derecho a la vida de las niñas.

El mejor modo de evitar el aborto selectivo es que arraigue el respeto a la vida de los niños y de las niñas, sin distinción de sexos. Pero si se aboga por el derecho a decidir sin limitaciones, es difícil convencer a las mujeres para que no decidan por “malas” razones.

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