Por qué hay fracaso escolar a partir de los 6 años 

No conozco ni un solo caso de niños de preescolar con fracaso escolar. Antes de los 6 años los niños van al colegio a jugar, a compartir espacio con otros niños y a socializarse, esa es su principal tarea.

Los aprendizajes se hacen a través del juego y las canciones, que ocupan la gran parte del tiempo dentro del aula, y eso hace que el niño se divierta con cada nueva cosa que se le enseña.

Sin embargo, a partir de los 6 años todo cambia. ¿Por qué hay fracaso escolar a partir de esa edad?
La causa del fracaso escolar a partir de los 6 años

Causas del fracaso escolar a partir de los 6 años

La entrada al colegio de “mayores” conlleva un gran cambio para el niño. No sólo inicia una etapa nueva en el colegio, sino que a partir de ahora los sistemas educativos se centrarán más en el trabajo en el aula que en los tiempo de juego con los compañeros.

Se pide que el niño a partir de seis años sea responsable, que sea capaz de sentarse seis horas en una silla calladito y sin moverse, y que interactúe lo mínimo con sus compañeros para que la clase no se alborote.

No hay que ser un genio para saber que a partir de esa edad es cuando los niños pierden el interés por ir al colegio, y empieza a resultarles tedioso y aburrido todo lo que se enseña. Se les carga de responsabilidades, deberes para casa, y una mochila a sus espaldas que no se corresponde con el nivel evolutivo de cada uno. Se les trata por igual a todos, dejando de lado que cada niño tiene un ritmo diferente y que realmente “son niños”. Esta es la principal razón por la que a partir de los 6 años existe el fracaso escolar.

Sin embargo, hay otra causa que, aunque todos la intuíamos, no estaba corroborada nada más que la experiencia de los profesores y que ahora podemos respaldar científicamente por varios estudios.

El doctor Sergio Pellis, experto en neurociencia e investigador de la Universidad de Lethbridge en Alberta, Canadá,, afirma que “La experiencia del juego cambia las conexiones de las neuronas de la parte frontal del cerebro”, “Y sin experiencia de juego, esas neuronas no cambian”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que cuanto más juega un mamífero, más desarrollado tiene una parte de su cerebro.

El juego ayuda a conectar con el centro del control del cerebro que regula las emociones, y ayuda a plantear y resolver problemas. El juego construye un cerebro social, que prepara al niño para interactuar con los demás de forma positiva.

Se ha descubierto que el juego activa la neocorteza del cerebro, y las habilidades asociadas al juego van asociadas a unas mejores calificaciones escolares. Un niño con una gran capacidad de sociabilidad, tiene más posibilidades de ser un niño con éxito escolar.

En el juego libre y sin reglas, el niño debe aprender a pactar con los demás integrantes del juego, debe negociar unas reglas, debe aprender a ganar y a perder, a asumir roles diferentes, a respetar a los demás y resolver los problemas que se les planteen durante el juego, y estas son actitudes básicas a la hora de enfrentarse a la vida y al estudio.

Un niño que juega no pierde interés por el tema, quiere participar y asimila mejor lo aprendido en el juego.

Así que, en este sentido, resulta mucho más productivo para el aprendizaje del niño, el tiempo en el recreo que el tiempo que pasa sentado en el aula; y una muestra de ello es que “los países donde los niños tienen más recreo, tienden a tener un rendimiento académico más alto que los países donde hay menos”.

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